EL COMPLEJO HIDRÁULICO DE CARCÁUZ
Alejado de los circuitos turísticos, casi como una joya
escondida, encontramos el complejo hidráulico de Carcáuz. La huella que el Imperio
Romano ha dejado en nuestra tierra es muy profunda y en Vícar se hace patente
al pasear por estos bellos parajes cargados de historia en los que, además de
los acueductos, se tiene conocimiento de explotaciones mineras en tiempos
romanos como los de ‘El Tartel’, Cuernotoro o el Cerro de los Lobos. La construcción
del sistema hídrico responde a la necesidad de riego para una importante superficie
de campo, con otros usos complementarios del agua a la actividad agrícola, como
pueda ser aportar energía a molinos. Para conocer más a fondo la historia de
estos lugares recomendamos revisar los trabajos de Antonio Gil Albarracín,
sobre todo su obra ‘Las Construcciones Romanas de Almería (1983, Ed. Cajal).
Comenzamos la ruta adentrándonos en la Sierra de
Gádor, llegando hasta el paraje de Los Perichos donde encontraremos el primer
elemento importante del complejo, la ‘Balsa del molino’. Su nombre se debe a
que el agua de esta balsa aportaba la energía necesaria para mover los molinos de
Casablanca, finca que se encuentra un poco más abajo. Se trata de un gran estanque
que servía como depósito para el agua que provenía canalizada desde varios
kilómetros arriba.
Si continuamos subiendo hacia la montaña por una
pista de tierra que comienza al salir de Los Perichos, pronto llegaremos a la
obra más significativa del complejo, el ‘Acueducto de los Veinte Ojos’. Se
construyó para superar una amplia cañada y debe su nombre al número de ventanas
o vanos que posee. Se trata de uno de los acueductos más importantes de la Península
Ibérica que han llegado hasta nuestros días, sobre todo si tenemos en cuenta que
su construcción se realiza con fines rurales. Es importante también por sus significativas
proporciones, unos cuarenta metros de anchura y diez metros de altura. En algún
momento de su construcción se produjo un desplome en uno de los ejes centrales,
provocando una oscilación del edificio hacia el este, el problema fue solucionado
mediante el refuerzo de las partes inferiores, así como haciendo doble uno de
sus arcos. Se aprecian además huecos que permitían la colocación de maderos para
situar andamios y hacer el proceso de construcción más eficaz. No está clara la
época exacta de su construcción, dada la falta de estudios arqueológicos al
respecto y a que el edificio ha sufrido diversos retoques a lo largo de los
años, aunque lo que si es evidente es que se trata de una construcción de
tecnología romana.
Tomando como referencia el propio canal del
acueducto, continuamos subiendo para llegar al acueducto “por rematar”. Debe su
nombre al hecho de tratarse de una obra inconclusa, aunque de gran belleza y originalidad,
ya que presenta un ángulo de desvío que complica su diseño. La razón principal
para su construcción era la de evitar un rodeo en torno al barranco que atraviesa.
Posee tres esbeltos arcos y diez pilares de planta rectangular, sobre los que
se proyectaba continuar la construcción cuando al parecer se paralizaron las
obras. Como en el acueducto de los veinte ojos, los materiales utilizados para
su construcción se encuentran fácilmente en el paraje, con abundancia de rocas
y piedra caliza para ser aglomeradas con mortero de cal. La estabilidad de los
andamios se aseguraba también soportes en huecos.
Para llegar a la última de las construcciones, el
puente de ‘Los Poyos’, tendremos que continuar andando sin perder la senda que
nos marca la acequia. Este tramo es quizás el de mayor belleza, el canal rodea
varias laderas hasta adentrarse en una profunda e impresionante garganta
horadada por el agua. Un paisaje salvaje, con paredes de roca verticales,
abundante fauna y flora. Para andar por esta zona hay que ir con cuidado ya que
una caía puede ser peligrosa. El puente se construye ante la necesidad de
cruzar el agua sobre la propia rambla de Carcáuz, en un lugar que se presentaba
propicio para ello, en un estrechamiento del cañón en el que se levanta una obra
de un solo arco, a más de dieciséis metros de altura sobre el lecho. Destaca en
su construcción la solución adoptada, ya que las columnas no se asientan en el
mismo suelo de la rambla, si no que se aprovecha la configuración del terreno para
colocar dos pilares de modo que el puente queda encajado en la garganta.
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